25 de octubre. El Sur de Acapulco.

Jugar a morir, una historia de la argentina Alejandra Pizarnik, sobre la inocencia
Karla Galarce Sosa

A partir del abordaje del aspecto aparente de la inocencia, un cuarteto de creadores, integrado por la dramaturga Zaría Abreu, y los actores Iris García Cuevas, Frida Islas y Carlos Nóhpal, desarrollan una historia que está basada en la poesía de la escritora surrealista de origen argentino, Alejandra Pizarnik.

Se trata del juguete escénico Jugar a morir, en el que está presente la locura, la esquizofrenia, representada por una muñeca y el personaje Flora, interpretado por la también bailarina Frida Islas.

El jueves por la noche, ante aproximadamente 50 personas, Jugar a morir cerró el primer día de actividades del Tercer Ciclo de lecturas dramatizadas Ola Nueva.

El personaje principal de la obra, Alejandra Pizarnik, bajo la premisa de la exploración del universo a través del tacto se desdobla a través de espejos en la escena y confronta conflictos como sus relaciones familiares, de pareja y su necesidad de escribir.

Algo que el público disfrutó fue la construcción de imágenes en las que la expresión corporal de Frida Islas contrastaba con la pasividad de Ostrov, el sicoanalista, interpretado por Carlos Nóhpal y Alejandra, encarnada por Iris García.

La propuesta cromática del montaje es que utiliza el color rojo como símbolo de la agresividad, presente en el vestuario de las actrices que difería con el color blanco y los colores claros presentes en el vestuario de sicoanalista y el espacio, como símbolo de tranquilidad.

Como ya es costumbre, a finalizar el ejercicio, los asistentes hicieron preguntas y comentarios a los actores y directora.

La dramaturga explicó, a pregunta expresa del por qué habían utilizado Alejandra en el país de las maravillas, a lo que la directora respondió que la obra está basada en la perversión que existe dentro de la literatura y que está basada en el imaginario de Lewis Caroll, por lo que resaltó lo macabro de la inocencia del cuento Alicia en el país de las maravillas y lo consideró un ciento para adultos y no para niños, dependiendo de la lectura que se le dé.

Los asistentes preguntaron a los actores cuál había sido la experiencia que les dejaba la interpretación de sus personajes y coincidieron en que se trataba de un trabajo en el que convergían diversas experiencias que hacían un trabajo enriquecedor que les permitía autoconocimiento.

Finalmente, García Cuevas externó que ese trabajo era un muestra de cómo se pueden realizar buenas propuestas sin presupuesto.

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